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Psicoterapia y construcción de la realidad

Dr. Alvaro Silva

Psicologo, Psicoterapeuta y Doctor en psicología, atiende en la ciudad de Piura en formato presencial y virtual. La atención es previa cita.

Psicologo Alvaro Silva

Psicoterapia

Construcción de la Realidad

Paul Watzlawick:

Nosotros, los psicoterapeuta, habitualmente no somos, además, epistemólogos; es decir, no somos expertos en la disciplina teórica que estudia el origen y la naturaleza el conocimiento; las implicaciones y las consecuencias que se derivan de ello son muy importantes, y sin duda van mucho más allá de mi escasa preparación filosófica. No obstante, consideró que en el tema de esta antología de ensayos hay que incorporar al menos algunas consideraciones epistemológicas fundamentales, que determinan la dirección de nuestra ciencia.

Definir la normalidad

Permitidme comenzar con una consideración que puede resultar absolutamente obvia para algunos y casi escandalosamente para otros: a diferencia de las ciencias médicas, nuestra ciencia no posee una definición de normalidad definitiva y universalmente aceptada. Los médicos tienen la suerte de poseer un idea bastante clara y objetivamente verificable de lo que se puede definir como funcionamiento normal de un cuerpo humano. Esto le permite identificar posibles desviaciones de la norma y les autoriza considerarlas como patologías. No hace falta decir que este conocimiento no les hace capaces de curar cualquier desviación; pero presumiblemente pueden establecer la distinción entre la mayoría de las manifestaciones de salud y la enfermedad.

El problema de la salud emotiva o mental de un individuo es una cuestión totalmente diferente. Se trata de una convicción no tanto científica como filosófica, metafísica y hasta, en algunas ocasiones, manifestaciones sugeridas por supersticiones. Llegar a ser conscientes de quienes somos “realmente” exigiría salir fuera de nosotros mismos y vernos obviamente, una empresa que hasta ahora sólo el varón de Münchhausen pudo realizar cuando se salvó asimismo y a su caballo y hundirse en un pantano al quedarse colgado de su propia coleta.

Todos los intentos de la mente humana para estudiarse sí misma plantean el problema de la autoreflexivadad o autorreferencialidad, definible, en síntesis, en su estructura, en el célebre dicho que afirma que la inteligencia es la capacidad mental medida con los del inteligencia.

La locura ha sido considerada a siempre como la desviación de una norma que se consideraba en sí misma la verdad última, definitiva, tan “definitiva” que ponerle en duda era de por sí síntoma de locura o maldad. La era de la ilustración no concluyó una excepción, a no ser por el hecho de que en el lugar de una revelación divina situaba a la misma mente humana que, según se pensaba, tenía propiedades divinas y, por tanto, era definida como déesse raison. Según sus afirmaciones, el universo era gobernado por principios lógicos que la mente humana era capaz de comprender y la voluntad humana de respetar. Permitidme recordar cómo la mitificación de la diosa Razón condujo la ejecución de unas 40,000 personas por medio de la invención ilustrada del doctor Guillottin y al final se volvió contra sí misma con la instauración de otra monarquía tradicional.

Pasado algo más de un siglo, Freud introdujo un concepto de normalidad mucho más pragmático y humano, pues la definió como “la capacidad de trabajar llamar”; parece que la definición que daba demostrada por la vida de una enorme cantidad de personas y de hecho obtuvo un amplio consenso. No obstante, lamentablemente, según sus criterios Hitler habría sido una persona más bien normal porque, como se sabe, trabajaba mucho y amaba al menos a su perro, y también a su amante, Eva Braun. La definición de Freud resulta insuficiente cuando nos encontramos frente a la proverbial excentricidad de personas fuera de lo común.

Éstos problemas pueden haber contribuido al consenso general hacia otra definición de normalidad, a saber, la de adaptación a la realidad. Según este criterio, las personas normales (particularmente los terapeutas) vería la realidad como es realmente, mientras las personas que sufren problemas emotivos o mentales la verían de un modo deforme. Semejante definición implica, sin ninguna excepción, que existe una realidad verdadera accesible a la mente humana, asunto considerado filosóficamente insostenible al menos durante 200 años. Hume, Kant, Schopenhauer y otros filósofos han insistido en el hecho de que de la realidad “verdadera” sólo podemos tener una opinión, un imagen subjetiva, una interpretación arbitraria. Según Kant, por ejemplo la raíz de todo verdor consiste en entender el modo en que nosotros determinamos, catalogamos o deducimos los conceptos como cualidades de las cosas en sí mismas. Shopenhauer, en Sobre la voluntad de la naturaleza (1836), escribió: “Este es el significado de la gran doctrina de Kant: que la teleologia (el estudio de las pruebas de un designio y un fin de la naturaleza) es introducida en la naturaleza por el intelecto, que de esta forma se asombra ante un milagro que ha creado el mismo”

resulta bastante fácil apartar estas opiniones y con desprecio calificándolas como puramente “filosófica” y, por tanto, carentes de utilidad práctica. Sin embargo, cabe encontrar afirmaciones semejantes en los trabajos de los representantes de la que todos consideran las ciencias de la naturaleza por antonomasia: la física teórica. Se dice que en 1926, durante una conversación con Heisenberg sobre el origen de las teorías, Einstein afirmó que es erróneo tratar de fundamentar una teoría sólo sobre observaciones objetivas y que, por contra, la teoría determina lo que podemos observar.

De forma sustancialmente análoga, Schrödinger afirma en su libro Mind and Matter (1958) (mente y materia): “la visión del mundo de cada uno es y sigue siendo siempre un constructor de su mente y no se puede demostrar que tenga ninguna otra existencia”.

Y Heisenberg (1958), escribió sobre el mismo tema:

La realidad de la que hablamos nunca una realidad a priori, sino una realidad conocida y creada por nosotros. Si, en referencia a esta última formulación, se objeta que después de todo, existe un mundo objetivo, independientemente de nosotros y de nuestro pensamiento que funciona o puede funcionar independientemente de nuestra actividad, y que es el que efectivamente entendemos cuando investigamos, hay que refutar esta objeción, tan convincente a primera vista, subrayando que también la expresión “existe” tiene su origen en el lenguaje humano y no puede, por tanto, tener un significado que no esté vinculado a nuestra comprensión. Para nosotros “existe” sólo el mundo en el que la expresión “existe” tiene un significado.

El reputado biocibernético Heinz von Foaster (1974) describe detalladamente la circularidad auto referencial de la mente que se somete sí misma a un “estudio cibernético”:

Ahora poseemos la evidencia de que una descripción (del universo) implica a una persona que lo describe (observa). Lo que ahora necesitamos es la descripción del “escritor” o, en otras palabras, necesitamos una teoría del observador. Dado que sólo cabría calificar como observadores a los organismos vivos, parece que esta tarea corresponde el biólogo. Pero él también es un ser viviente, lo que significa que su teoría no debe dar cuenta sólo de sí mismo sino también del hecho de que está describiendo dicha teoría. Éste es un nuevo estado de cosas en el discurso científico habida cuenta de que, de acuerdo con el tradicional punto de vista que separan observador de su observación, había que evitar atentamente la referencia a este discurso. Esta separación no se hacía en modo alguno por excentricidad o locura, ya que en determinadas circunstancias la inclusión del observador en sus descripciones puede llevar a paradojas como, por ejemplo, la expresión: “soy un mentiroso”

Quizás aún más radical (en el sentido original de “ir a las raíces”) el biólogo chileno Francisco Varela (1975) en su artículo “A Calculus for self-reference”

El punto de partida de este cálculo (…) es el acto distinguir. Con este acto primordial separamos las formas que a nuestros ojos son el mundo mismo. Desde este punto de partida firmamos la primacía del papel del observador, que traza distinciones de le place. Así, la distinciones, que dan origen a nuestro mundo, revelan precisamente esto: la distinciones que trazamos -y esta distinciones se refieren más a la declaración del punto en el que se encuentra el observador que a la intrínseca constitución del mundo, el cual, precisamente por causa de este mecanismo de separación entre observador y observado, parece siempre huidizo -. Al percibir el mundo tal y como lo percibimos, olvidamos lo que hemos hecho para presidirlo como tal; y cuando nos lo recuerdan y recorremos hacia atrás nuestro camino lo que encontramos al final es poco más que un imagen que no refleja nosotros mismos y al mundo. En contra de lo que habitualmente se supone, una descripción sometida a un análisis profundo revela las propiedades del observador. Nosotros, como observadores, no distinguimos a nosotros mismos distinguiendo exactamente lo que en apariencia no son, a saber, el mundo.

Está bien, se podría decir, pero, ¿qué tiene que ver todo esto con nuestra profesión, en las que nos encontramos con modelos de comportamiento rígidos de locura no puede ser negada ni siquiera por un filósofo?

Como respuesta, permitir visitar un extraño episodio sucedido hace más de siete años en la ciudad de Grosseto. Una mujer napolitana, que había viajado hasta Grosseto, tuvo que ser ingresada en el hospital local en estado de agitación esquizofrénica aguda.. Debido a que la sección de psiquiatría no podía cogerla, se decidió enviarla a Nápoles para un tratamiento adecuado. Cuando llegó la ambulancia, los enfermeros entraron en la sala donde la mujer está esperando y le encontraron sentada en una cama, completamente vestida, con su bolso preparado. Pero cuando le invitaron a seguirlos y rompió de nuevo en manifestaciones psicóticas, ofreciendo resistencia física a los enfermeros, negándose a moverse y, sobre todo, comportándose de un modo esquizofrénico. Sólo recurriendo a la fuerza fue posible llevarla a la ambulancia en la que partieron hacia Nápoles.

En cuando salieron de Roma, un coche de la policía hizo parar a la ambulancia y ordenó al conductor que regresara a Grosseto: se había cometido un error aunque, la mujer que está en el ambulancia no era la paciente sino una vecina de Grosseto que había ido al hospital a visitar a un pariente sometido a una pequeña intervención quirúrgica.

¿Habría sido exagerado decir que el error creo (o, como decimos los conductistas radicales, “construyó”) una realidad clínica en la que justamente el comportamiento de aquella mujer, (adaptado a la realidad), venía a ser la prueba clara de su “locura”? Por aquel motivo se había vuelto agresiva, había acusado al personal de tener intenciones hostiles, se comportó de un modo esquizofrénico, etcétera.

Quien estuviera familiarizado con el trabajo del psicólogo David Rosenhan no tuvo que esperar a que tuviera lugar el episodio de Grosseto. 15 años antes Rosenhan había publicado resultados de un destacado estudio, “On being sane in insane places” (1973), en el que él y su grupo demuestran que las personas “normales” no son tout court identificables como sanas de mente y que los hospitales psiquiátricos crean las realidades en cuestión.

Hace aproximadamente un año los medios de comunicación informaron acerca de un episodio especial análogos sucedido en la ciudad brasileña de Sao Paulo. Según las informaciones, había sido necesario levantar la tribuna (muy baja) de la terraza del círculo hípico, desde la que muchos visitantes se habían caído hacia atrás hiriéndose gravemente.. Dado que no se podía sostener que todos los accidentes se habían debido al estado de embriaguez, se sugirió otra explicación, probablemente por parte de un antropólogo: las diferentes culturas determinan normas diversas con respecto a la distancia “correcta” que hay que asumir y mantener durante una conversación cara a cara con otra persona. En las culturas de Europa occidental y de Norteamérica, esta distancia consiste en la proverbial longitud del brazo, en las culturas mediterráneas y la de americanas es bastante más corta. Así pues, si un norteamericano y un brasileño iniciaban una conversación, el norteamericano presumiblemente establecería la distancia que para él la “correcta”, “normal”. El brasileño se sentiría a disgusto por encontrarse demasiado lejos de la otra persona y se acercaría, para establecer la distancia que para él es la “justa”; el norteamericano se echaría hacia atrás; el brasileño se acercaría más, y así sucesivamente hasta que el norteamericano se caería detrás de la tribuna. Por consiguiente, dos diferentes “realidades” habían creado un acontecimiento para el cual, en la clásica visión monocultural del compromiso humano, el diagnóstico de predisposición al accidente e incluso de manifestación de un “instinto de muerte” no sería demasiado imprudente y construiría a su vez una “realidad clínica”.…


Watzlawick P. y Nardone, G. (2014). Terapia breve estratégica. Pasos hacia un cambio de la percepción de la realidad. Buenos Aires: Paidos.

Narcisismo

Narcisismo y psicoterapia

Personalidad narcisista
Todo el mundo se ha tropezado alguna vez con alguien insufriblemente arrogante, que se cree superior a los demás, un tipo de persona tan pagado de sí mismo que se queda “enganchado” en fantasías de poder casi divino, riquezas infinitas, una inteligencia super dotada o una celebridad sin parangón. Estos individuos no sólo piensan que son mejores que los demás, sino que también miran a los otros con desprecio por su inferioridad o simplemente por su mediocridad. Ellos brillan y se supone que los demás debemos aspirar su resplandor. Para ellos, de restos mortales son más que abejas obreras cuya única función es obedecer y ser dirigidas por ello, pero nunca tener una idea propia u original, ni mucho menos una vida independiente de sus planes y deseos. A cambio de tener el honor de trabajar con ellos, creen que los demás deben anticipar cualquiera de sus necesidades, excusarlos de toda obligación, mundana y realizar infatigablemente el rutinario trabajo que requiera el cumplimiento de sus gloriosas ambiciones y brillantes ideas. Éste tipo de personas sacan provecho constantemente en los demás y los explotan con todo descaro. Su egocentrismo hace que estos sujetos sean indiferentes a los derechos y bienes de los demás, y que también suelen prescindir de las leyes sociales. Para justificar sus acciones, racionalizan hasta la náusea y elaboran razones más o menos solventes que expuso su falta de consideración y su actitud de superioridad, a la vez que lo sitúan en la mejor posición posible. Cuando son presionados o se pone en tela de juicio su conducta, se comportan de forma aún más arrogante y displicente, y pueden llegar a enfurecerse. A estas personas se les conoce como personalidades narcisista.

Cultura y narcisismo
Las culturas individualistas valora la identidad individual sobre la identidad del grupo. Por tanto, la patología narcisista encaja bien en ese tipo de ambiente cultural. Pero, ¿cómo parecería y se expresaría en una cultura colectivista? En una cultura individualista, el narcisista es el “don divino al mundo”. En una cultura colectivista, el narcisismo es el “don divino a la colectividad”. Dado su estatus especial, el narcisismo colectivista requiere privilegios en el grupo, inaccesible los demás. Por ejemplo, en la España del siglo XV, una cultura colectivista, los varones primogénitos eran denominados hidalgos (literalmente, “hijos de alguien”) y heredaban los bienes familiares. Los hijos posteriores eran denominados segundones y, dado que su inferior estatus en la familia, debían hacer su propia fortuna. No es sorprendente que muchos conquistadores españoles que llegaron al nuevo mundo en busca de fortuna fueran segundones.

Dado que el mismo se desarrolla según patrones culturales, cabría esperar diferentes líneas de formación de sí mismo en sociedades distintas. Roland (1992) propone la existencia de un cinismo familiar o nosotros-mismo, más característico de las culturas colectivistas, y un cinismo individualizado o yo-si mismo, más característico de las culturas individualistas. En Estados Unidos, una sociedad individualista, la representación interna de sí mismo hace hincapié en la individualidad y en un cinismo con límites externos que lo hacen poco menos que impermeable. Por tanto, “las estructuras individualistas narcisista que guían su auto imagen … están relativamente contenidas en el cinismo y son independientes (Warren y Caponi, 1995). En la culturas colectivistas, como en el Japón, el desarrollo de un cinismo interno “requiere relaciones de intimidad emocionalmente intensas”, reciprocidad simbiótica y unos límites envió que sean permeables y accesibles al resto de la colectividad. Por tanto, “las configuraciones narcisista de nosotros –mismos … reflejan una autoestima que proviene de una potente identificación con la reputación y el honor de la familia, los grupos y los otros, en relaciones jerárquicas”.

Asimismo, la forma de hablar de los propios logros depende de la orientación cultural. Las culturas individualistas permiten que la persona exprese una gran estimación por el sí mismo y sus logros. Por tanto, uno puede “hablar con Kantor sobre sus logros, incluso sobre su propia grandeza” ( Stone 1998). Sin embargo, en las culturas predominantemente budista, como el Japón, las personas aprenden expresar sentimientos que reflejan absolutamente lo contrario. El narcisismo si en tal pone énfasis en exaltación de sí mismo, por tanto, los logros personales suelen atribuirse únicamente a él. Por el contrario, en las culturas colectivistas los logros personales se atribuyen al inquebrantable apoyo del grupo… algunos autores denominan el narcisismo típico de Estados Unidos como narcisismo exhibicionista, y el del Japón como narcisismo oculto.

Millon, T y Davis, R. (2001). Trastornos de la personalidad en la vida moderna. Barcelona: Masson

Hipnosis Clínica

Sobre la hipnosis, Roberto Aguado menciona:

La terapia de integración recíproca de tiempo es una terapia de tiempo limitado que utiliza conceptos y fundamentos de las terapia psicoanalítica, cognitivas, estratégicas, sistémica e interpersonales. Es por tanto una terapia integradora o ecléctica, aun con cómo se observará a lo largo de su descripción, tiene elementos propios tanto su fundamentos teóricos como su puesta en práctica clínica.

La terapia interacción recíproca es la terapia dirigida al clínico, si bien sus procedimientos podrían incluirse en protocolo intervención psicopedagógica, familiar o social. Estos últimos procedimientos todavía están en proceso de diseño.

La terapia interacción recíproca induce de forma habitual estados hipnóticos en el paciente. Este estado hipnótico facilitar los cambios terapéuticos, puesto que el paciente está mucho más receptivo y mantiene un vínculo singular. Shor (1962) definió la relación entre el hipnotizado y el hipnotizador como “implicación arcaica)”. Barber (2000) apoda la experiencia de la hipnosis como «insólita» entre la persona que ofrece la sugestión y la que la recibe. Barber culmina: «… la persona que está siendo hipnotizada experimenta un tipo de transferencia. Esto engloba los sentimientos y, hasta cierto punto, los actos de la persona tuvo con quien le cuido en una etapa temprana de su vida. De hecho, puede ser que esa cualidad transferencia al deleite enzimática constituye un factor determinante en la eficacia clínica».

En esa misma línea, en la terapia entrasen recíproca observamos, en el estado hipnótico, un vínculo singular entre el hipnotizado y el inductor a ese estado. Este vínculo singular, implicación arcaica o relación insólita, es fundamental en la psicoterapia. La propia relación que se establece en inducción hipnótica, por sí sola, es terapéutica, sin tener en cuenta los contenidos verbales, cognitivo, emocionales o motivacionales que se traten. Por supuesto, el contenido de psicoterapia de todos estos contenidos tendrán eficacia terapéutica que se ha podido comprobar en multitud de ocasiones en los distintos modelos cognitivos, psicoanalítico, simbólico, interpersonales o estratégicos. Lo adicional de esta tesis se refiere a la existencia de una interacción recíproca entre el paciente del terapeuta difícil de obtener sino se encuentra el paciente en estado hipnótico.

La terapia interacción recíproca se ocupa de lo relacional y de las normas que dirige la interacción del sujeto con el mundo en el aquí y ahora. De esta forma el terapeuta efectivo, aunque esta actividad estará sobre todo determinada por un influjo personal y no sólo por sus intervenciones en la consulta. Así, un terapeuta callado y pasivo puede activar y movilizar resortes del paciente. Utilizar el silencio termina incidiendo en actividades de este. Para que el paciente pueda hablar, el terapeuta tendrá que escuchar, de esta forma el paciente es activo con su habla y el terapeuta es activo con su escucha. El silencio del terapeuta está vinculado al concepto de admiración. La admiración del terapeuta por el paciente no es una posición pasiva del primero. Con ello el terapeuta se aproxima a todos los planos del paciente, toma contacto con parte del sujeto que éste no advierte sí mismo, cambie la tendencia negativa del paciente y cree una nueva dirección en la forma en que el paciente va a observarse todo ello para conseguir que éste también puede admirarse.
Tiene especial interés por la terapia interacción recíproca el complejo emoción -motivación -cognición. Éste nos interesa, sobre todo, en los primeros niveles y análisis del ser humano, donde las componentes nacionales y la lógica formal no han sido estructurados.

Tal como lo definió Greenberg en 1993 : «el procesamiento tácito de alto nivel constituyen la elevada integración personal de lo biológico y vivencial, y actúa como una fuente de información sofisticada acerca de nosotros mismos en relación con el mundo que nos rodea. En este procesamiento a nivel tácito del emocional -motivacional -cognitivo el que gobierna la conciencia»

El cambio terapéutico en la terapia interacción recíproca se elabora a través del vínculo terapeuta -paciente. El terapeuta pende profundizar en los esquemas emocional del paciente empleando y articulando sus propios esquemas emocionales, para así provocar un aprendizaje por un efecto «espejo» con él. Al cambiar en el proceso terapéutico, el propio terapeuta se convierte en una palanca movilizadora del paciente. La articulación de los propios esquemas personales del terapeuta es fundamental para el cambio terapéutico.

Aguado, R. (2005). Manual pràctico de terapia de interacción reciproca. Hipnosis clínica en psicoterapia. Madrid: Sintesis

La comunicación en la pareja

La comunicación en la pareja ha sido un problema frecuenta hace varios años, en el presente es muy cotdiano considerando el uso de las redes sociales para comunicarse y esta comunicación es parcial, se ha perdido el contexto de la misma, la mirada, el tono de voz, los gestos y son reemplazados por emoticons.

Sumado a ello, tenemos el abordar los problemas por las redes: desde hacer publica el estado de la relación, donde el problema de la pareja se convierte en patrimonio de un grupo, que comentan, argumentan e incluso se convierten en jueces y en otros casos se distorcionan los mensajes considerando el estado de animo de los amantes.

Muchas parejas tratan sus problemas en whatsApp, por ejemplo, en el proceso se dejan comentarios, adjetivos y otros casos expresiones de violencia psicologica, diversos consultantes refieren que no quisieron expresar lo que se verbalizo. Sin embargo, se realizo.

En ese sentido, es importante abordar y cuidar la intimidad de la pareja en la pareja.

Dr. Alvaro SIlva Tavara

Atención previa cita al teléfono 980-980-808

Lo que espera un paciente en psicoterapia

Un consultante lo que espera es una respuesta, una alternativa o una solución al malestar que le aqueja, a traves de un profesional psicólogo que lo escucha con atención, donde el proceso de terapia se amolda a las necesidades del consultante así como la sinceridad ante su caso.

En la actualidad los consultantes se encuentran ante una expectativa de una intervenciòn de pocas sesiones, lo cual es viable en determinados problemas y en otros se requiere de una intervención tradicional.

La terapia de corta duración va a permitir a los pacientes con problemas psicologicos poder seguir sus actividades cotidianas en un lapso corto de tiempo, lo que implica tambien una menor inversión de tiempo como de dinero.

Un consultante espera un profesional de psicología preparado en psicoterapia. Formado y con solvencia tecnica como teorica.

Una propuesta de intervención en terapia de corto plazo que pueda fluctuar entre 1 sesión a 5 sesiones, que viabilize la intervención en terapia psicológica.

Dr. Alvaro Silva Távara